Quiero que sigamos imaginando...

Todos los días, entre semana, intentaban buscar un hueco en sus horarios (aunque sólo fueran cinco minutos –a lo sumo una hora-) para poder verse y compartir ese momento del día juntos. No siempre podían, pero ambos lo intentaban. Ese día tenían un poquito más de tiempo y habían acordado verse en uno de los lugares que a ella más le gustaba: el estanque. Allí podían estar tranquilos y sin un continuo circular de gente a un lado y a otro (algo que a ella últimamente le ponía nerviosa y conseguía “desestabilizarla”). Así que, allí estaban, sentados en un banco como siempre, contemplando las agradables vistas que les ofrecía aquel estanque y deleitándose sus oídos con el delicioso sonido del agua. Ella estaba un poco triste, como últimamente había estado, y él, al ver que de un momento a otro iba a caerle una lágrima de los ojos, la acercó junto a su pecho y la abrazó. Nunca había necesitado tanto aquellos abrazos como en el último año. Los necesitaba constantemente y él hacía lo posible por dárselos cada vez que podía. Él le había prometido darle el cariño que le hiciera falta y así lo estaba haciendo. Por las mañanas, solían escribirse por mail y cuando ella estaba mal, Raúl le enviaba abrazos eternos y cálidos. Unos, contemplando juntos una puesta de sol; otros, sentados en la orilla de la playa escuchando el rugir de las olas. Pero todos y cada uno de ellos tan reales como el que le estaba dando en aquel momento frente al estanque. 

Tras estar un largo rato abrazados, Lis consiguió pronunciar algunas palabras:
- Raúl, ¿te acuerdas que todo empezó por imaginar momentos en los que estábamos uno junto al otro?
- Claro que me acuerdo, peque… 
- Y, ¿te acuerdas que hasta fuimos a Venecia y volvimos en una noche? Dimos hasta un paseo en góndola…
- Sí… 
- Pues, aunque todo haya cambiado, quiero que sigamos imaginando… aunque solo sean abrazos, quiero que sigamos haciéndolo… porque serán sólo nuestros… y aunque todo sea diferente, podemos ser los mejores amigos que se den los mejores abrazos imaginarios del mundo. 
- Te prometo que así será, peque. Nunca dejaremos de imaginar…
- Gracias…

2 comentarios:

  1. Yo conozco esa clase de amistad, y es preciosa. Además me encanta como la has relatado :)

    un beso!

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  2. Muchísimas gracias, Lexy; me alegro que te haya gustado.

    Un beso =)

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