El desorden aumentó esa tarde. Tanto oro en manos de los soldados significaba bebida y juego. Germánico decidió que no estaba bien que Agripina, que se encontraba con él, siguiese en el campamento. Ella estaba embarazada otra vez y aunque sus hijos, mis sobrinos Nerón y Druso, se hallaban aquí, en Roma, con mi madre y conmigo, tenía al pequeño Cayo consigo. El hermoso niño se había convertido en la mascota del ejército y alguien le había confeccionado un traje de soldado en miniatura, con peto, espada, escudo y casco. Todos lo malcriaban. Cuando la madre le ponía la ropa y las sandalias comunes, rompía a llorar y pedía su espada y sus botitas para ir a visitar las tiendas. De modo que le pusieron de sobrenombre Calígula, o sea Bota Pequeña.
Lis es una apasionada del mundo clásico y esta mañana se encontraba leyendo Yo, Claudio, de Robert Graves, cuando, de repente, se le dibujó una sonrisa en la cara al leer estas líneas. Lo primero que se le venía a la cabeza al leer "Calígula" era un pensamiento negativo, pues de casi todos es sabido que fue un emperador muy cruel y despiadado. Pero descubrir el verdadero origen de su nombre le resultó hasta gracioso. A Lis le fascinaban este tipo de detalles, disfrutaba leyendo nimiedades de este calibre, porque este tipo de datos (in)significantes son los que a ella de verdad le alimentaban el alma.
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